martes, 5 de abril de 2016

3 años ya



Anda un poco cojito pero siempre con decisión y una sonrisa energética y contagiosa. Le encanta dar abrazos y saludar a todo bicho viviente, y tiene una irrefrenable tendencia a acercarse a los más pobres para decirles que Dios es un Padre que no se olvida de ellos.


Pide oraciones como sueldo permanente y no tiene dinero para pagar las pastillas para el estrés de su equipo de seguridad. Zapatos negros y viejos que ansían jubilación, poco amante de los dorados y las puntillas, argentino latino de carcajada y pasión por la vida y la humanidad. No le gustan los cristales blindados ni las preguntas blindadas. Y se acerca a cada uno sabiendo de la dignidad de sus interlocutores, besando pies, abrazando enfermos, sosteniendo niños que le tiran por lo alto como un guardameta del equipo vaticano.


Se ha convertido en portada de revistas, no necesita traducción para que le lean y la gente alejada de la Iglesia lo mira con admiración. Además de inventarse las palabras, su preferida es Misericordia. Solo los poderosos y los rancios fariseos de la iglesia le lanzan sus piedras sin estar libres de ningún pecado.


Pero el pueblo, la gente sencilla, lo ama. Porque ha venido a reconstruir la Iglesia y el mundo y a llenarlos de la primavera de Dios.


El Papa Francisco.

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